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Estrenando al Kivuca – Capítulo 1 – «La noche de bodas»
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Estrenando al Kivuca – Preliminares. Los nervios

Estrenando al Kivuca – Capítulo 1 – «La noche de bodas»

 

Viernes 9 de marzo de 2012, al fin llegó el gran día en que me convertiría en armadora, o como vulgarmente se entiende, propietaria de un barco. El día en que independientemente del nombre, yo cumplía una especie de mantra que siempre había rondado en mi cabeza y dicho en voz alta “algún día tendré un barco”.

La idea inicial, por temas de logística varios, era el de ir a Tarragona yo sola, y pasar esa primera noche en el barco, para por la mañana ya recibir a Jordi, hacer la travesía y encontrarnos en Alcanar con todo el resto de la tropa.

Pero las cosas van cambiando y evolucionando, y lo que iba a ser una “noche romántica de dos” (el barco y yo), se convirtió en algo mucho menos íntimo, un trío + el barco, pero sin duda mucho mejor, más divertido y compartido, como tienen que ser estas cosas.  Lo organizamos de otra forma, sin traer al gato, que era uno de los problemas que veíamos (¿¿cómo iba a llevar Jimmy el estar en un barco???)  y Saby y Teresa se quedaron conmigo. ¡¡guay!!

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Estrenando al Kivuca – Preliminares. Los nervios

Dicen que en la vida del armador hay dos momentos realmente felices: el día que compra el barco, y el día que lo vende.
Del primero doy fe totalmente y como tal voy a relatar, por capítulos, como fueron mis primeros momentos con el «Kivuca», este increíble Furia 25 que me robó el corazón desde el primer momento que lo ví. No estoy para nada de acuerdo en eso de que da felicidad venderlo, porque un barco, un velero más especialmente, son parte de uno mismo, es curioso cómo estos artefactos flotantes llegan a crear tanta complicidad y formar parte de la familia. Se les quiere, se les habla, se les entiende, se les regaña, se les mima, se les añora y se les admira. Kivuca, esto va por ti!

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