36. Los ángeles de naranja
Escribiendo sobre el post de mi amigo Germán Patrón de la Salvamar, me vino el recuerdo de la experiencia doble tan intensa que viví con este maravilloso cuerpo de Rescate que tenemos en nuestro país. Esto me ocurrió hace muchos años, y lo conté aqui, en mi blog.
Pero antes de mandarte a ese relato, quiero escribir sobre esta gente, que no se merece más que nuestro reconocimiento.
Salvamento Marítimo en España es un organismo ante el cual todos deberíamos rendir el mayor de nuestros respetos.
Aunque seas más de secano que una butifarra, sí, tú también deberías, y si no lo sabes, te explicaré por qué.
Se sabe poco de su trabajo, aunque desgraciadamente, los últimos años, sabemos mucho de ellos y sus llamativos barcos naranjas, por todo el problema, PROBLEMAZO, de la inmigración que llega en pateras a nuestras cosas.
Una situación terrible ante la que se sienten impotentes y a diario tienen que sentir cara a cara la bofetada de la realidad de «otras vidas».
Lo que debe suponer tener cada día cara a cara el planteamiento tan abrupto de lo que debe llegar a ser la situación de unas personas, tan desesperadas de su situación que son capaces de echarse al mar, sin saber siquiera nadar en la mayoría de los casos, a un medio totalmente agreste y despiadado cuando vas sin recursos, por la ilusión de encontrar a algo mejor.
¿Os imagináis vivir continuamente esas situaciones, con el impacto emocional que llevará detrás?
También son los que velan por los que salimos a la mar, ya sean profesionales o por placer.
Por la parte que me toca, siempre que salgo a navegar me da una tranquilidad enorme saber que están ahí.
A golpe de emisora o de móvil, ahí están.
Si tienes un problema, si se tornan feas, si hay un cambio chungo de meteo que te deja atravesado, o si algo se rompe o pasa algo feo, el dispositivo funciona realmente bien.
Y si te toca pasarlas chungas y llamarles, ver cómo se acerca esa mancha naranja desde el horizonte, la tranquilidad que da es alivio para el alma.
Cerca de 700.000 personas rescatadas, asistidas y buscadas en los últimos 30 años, dicen en su web.
Nada despreciable.
Pero no es todo «rescatar».
Labores de limpieza, tan importantes como necesarias. Desde un objeto que esté flotando y pueda ser peligro para embarcaciones, o vertidos de productos químicos que matan toda vida marina.
Y formación y asesoramiento. Sus consejos en distintos medios son la mejor manera de que los problemas se reduzcan. Si les hiciéramos más caso, muchas menos cosas pasarían.
No creamos que el mar es sólo para los que nos gusta.
No.
Para nada.
De la salud del mar depende totalmente la tierra.
El aire que respiramos va estrechamente relacionado con la calidad de los océanos.
Nuestros alimentos, y no sólo el pescado, serán mejores cuanta mejor salud tengan los mares.
Los ecosistemas de tierra mantienen el equilibrio gracias al intercambio con el ecosistema marino. Si éste falla, vamos detrás…
Asi que, merecen nuestro reconocimiento, ellos hacen una tarea que va mucho más allá que la de salvar personas.
Y de paso, nos enseñan y recuerdan que cuidar los mares, los ríos, todo lo que sea agua, va a darnos una mucha mejor calidad de vida.
¿Hacemos un poquito más de caso a los «hombres de naranja»?
Y ahora sí, porque es secundario, mis dos momentos GRANDES con esta gente a la que tanto valoro.
Marzo 2014 – Como «usuaria», el relato de la vez que me salvaron los ángeles de Naranja. Muy novata yo, con mi primer velero, y me cagué viva hasta que llegaron y me dieron paz: Mi primera tangana
Febrero 2018: Precisamente por el escrito de esa experiencia, gané un premio de Relatos de Salvamento Marítimo. Toda una experiencia ir a la sede de Salvamar en Madrid a recogerlo y conocer en persona «el corazón» de un servicio tan importante Galardon Salvamento Marítimo
PD.
👉. Si nos hacemos más conscientes de la importancia de las pequeñas cosas, nos irá mucho mejor, como planeta, como sociedad y como personas.
PD 2
👉 Si tienes cerca a cualquier miembro de un cuerpo de rescate, sea de tierra, de mar, de montaña, de fuego… de lo que sea, da igual… DALE UN ABRAZO, real, o virtual, o por lo menos las gracias. Y desea no tener que «utilizarlo» nunca.