Mozambique
Reflexiones sobre el viaje a Mozambique
Antes de cambiar de hemisferio, casi continente, país, cultura y sobre todo estilo de viaje, voy a dejar algo escrito del pequeño rincón de Mozambique que he descubierto en este viaje.
Pequeño porque nuestra estancia se ha reducido a un trocito de un enorme país, más virgen de lo imaginable.
Un territorio de enormes distancias, largas de recorrer por las carreteras poco (y mal) asfaltadas, mayormente caminos de tierra y la siempre presente arena de las interminables dunas del área de Inhabane, vías solo practicables con tracción y tractores.
Es un tópico, África y sus contrastes.
Pero es una realidad.
Yo aún no consigo situarme respecto al continente negro, me cuesta conectar, he de reconocerlo; del inmenso mundo, curiosamente siempre ha sido lo que menos me ha atraído a visitar ni he sentido, como muchos, su “llamada”. Hay algo que me mantiene en cierto modo a distancia, como si no supiera bien cuál es mi lugar, donde no me muevo con la soltura y comodidad que acostumbro.
Y no, no es el tema de la pobreza, de la forma de vida tan extremadamente distinta a la nuestra, ni los recursos… no… Eso lo hay y lo he vivido tremendamente cerca y a mano en otras latitudes del mundo sin sentirme así. No sé exactamente qué es, pero sigo rebuscando para encontrar palabras.
De cualquier modo, fascinante. Colores, olores, costumbres…
La belleza de los paisajes y las tonalidades rojas tan impresionantes tanto de los amaneceres como los anocheceres, la cúpula celeste tan limpia con las constelaciones tan claras “del revés”… es maravilloso.
Del océano no hablo porque ya lo habéis visto imágenes, y el agua a mi me fascina y me transforma.
A otro nivel, ver cómo se vive en estos puntos remotos lejos de ciudades y civilización, hace plantearse muuuuchas cosas.
En las pequeñas poblaciones y casas (por llamarle algo) salpicadas por cualquier rincón, la vida diaria tiene poco que ver con la nuestra. Que no haya electricidad ni agua corriente es muy normal.
Las mujeres siguen siendo las más trabajadoras, con esos fardos en la cabeza que nos asombra cómo pueden transportar. Los hombres hacen de todo…. O de nada
Los niños juegan en la calle pero dejan de ser niños muy pronto y realizan tareas que nos avergüenzan.
Las costumbres ancestrales siguen arraigadas.
Las tiendas no son tiendas, en un mismo punto te arreglan el coche y te cortan el pelo.
El ingenio está sobre estimulado y con los mínimos medios hacen lo impensable.
La gente es amable, amistosa; en círculos pequeños las sonrisas brotan fáciles, la alegría, el cante y el baile parecen parte de su anatomía.
Ahora bien, ¿qué piensan de nosotros?
Me da la impresión que una parte de sus genes conserva y sigue transmitiendo a las siguientes generaciones ese cierto recelo hacia el “hombre blanco”, totalmente justificado. Sigue existiendo esa diferenciación absurda de colores de piel hoy en día, aunque se niegue… Y posiblemente de ahí venga mi sentimiento de inadecuación, también de mis genes heredados, ignorante de lo que pudieron hacer mis ancestros por estos lares.
Es un lugar para venir sin pretensiones de itinerario programado porque el tiempo aquí tiene otro valor mucho más relativo, infinitamente más elástico, más duradero, menos importante.
Imprescindible mente abierta, cero expectativas, capacidad de adaptarse a los cambios, a los inconvenientes, a la falta de comodidades… y solo así disfrutar de todo ello.
Posibilidades infinitas de ayudar, de aportar, de enseñar, de abrir caminos… y de crecer internamente si dejas a un lado toda prepotencia. José Ramiro en Duna Lodge. Guinjata, Mozambique está haciendo una tarea increíblemente buena con las mujeres, con las familias, con la tremenda problemática de los albinos. Todo basado en la sostenibilidad y desarrollo partiendo de sus propias capacidades y recursos, enseñándoles a desarrollar otro futuro que no se desmarque demasiado de su presente desde la motivación. Gracias
Yo diría que no es un destino de “turismo” ni válido para cualquiera. Tiene magia pero hay que saber dónde se viene.
Por supuesto que hay otras formas de visitar este destino, desde el lujo o alejados de su realidad. Pero para eso, mejor elegir cualquier otro lugar.
Se trata más de un viaje experiencial, de sensaciones, personal, tan de dentro como lo que cada cual permita que se meta.
Llegar receptivo para una visión nueva que te hará pensar y reflexionar.
Porque es una mentira que exista la globalización.
El mundo está “globalizado” solo en partes, para nada en su totalidad, que no nos la quieran meter por aquí.
Lo único que he encontrado “misteriosamente” común en lugares tan dispares es… la conexión a Internet. Me sorprende enormemente cómo en lugares absolutamente remotos y aislados (léase África o el Océano Pacífico) la señal del móvil es muy barata y mejor que en nuestras casas y ciudades.
Así ocurre que mirar la pantallita es, lamentablemente, el gesto que hoy en día mas tenemos en común los seres humanos de cualquier procedencia…
No sé vosotros, pero para mi tiene mucho que decir… y nada bueno
Me he dado cuenta que a este destino hay que cambiarle el formato, vamos a seguir ofreciéndolo en #viajarsolo, sí, pero he entendido que hay que hacerlo de una forma muy distinta para que quien venga pueda sacar lo mejor y más bonito de una experiencia como esta.
Como siempre digo, viajar no es visitar lugares, es aprender de ti y conocerte mejor en distintas localizaciones.