21. Chimenea 0. Hellen 1
Desde que me vine a vivir al ladito del mar y dejé Zaragoza, no había lidiado con el fuego . Pero ya tocaba una pelea sana, y este finde pasado, con el refresco de las temperaturas, llegó el momento.
Oye, que no había «estrenado» nunca una chimenea, nueva de trinca, y no creáis, que tiene su emoción… ¿Y si salta en pedazos? ¿Y si está mal puesto el tubo? ¿Y si no tira? ¿Y si el cristal es defectuoso y se parte…?
Bueno, para ser sinceros, mi principal duda era ¿conseguiré que esto chute?
En el momento culmen de preparar todo con cariño, recibí una llamada de mi amiga Julita, y ale… dos orejas a la conversación y dos manos a la faena.
Piñas (ehhh, un cesto enorme que vino de Zaragoza, así que nada menos que 6 años llevaban ahí esperando su incandescente final…), algo de leña, pastillas de fuego y achiperres variados.
Mientras íbamos hablando, mis exclamaciones y exabruptos debían ir en crescendo, así que parte de la conversación derivó al rojo elemento. Consejos, comentarios, recuerdos de cuando una y otra teníamos chimenea, fuego y «hombres» que lo mantenían vivo (su marido en su caso, mi padre en el mío), y ella animándome con todas sus ganas para que no cejara en el intento, porque no iba la cosa muy fina.
Los troncos estaban muy húmedos, no tenía ni un papel en esta época tan digital, las pastillas de fuego muy pasadas, yo retomando una costumbre olvidada…
Estaba poniéndose complicadilla la cosa, y yo ya con ganas de tirar la toalla.
Cierra el tiro…
Haz «cabañita»..
Mete ramitas finas entre medias..
Remueve…
Hay brasa, soplo y sale la llama, pero se apaga… vuelta a repetir…
-Venga, Hellen, no digas que se te va a resistir una chimenea… – Me animaba Julita – Y cuando lo logres, escribes uno de tus mails dedicado a cómo venciste al fuego.
Así que, como sois gente lista, y estáis leyendo esto, ya habéis deducido que lo logré.
Salió -¡¡y se mantuvo!! – la llama generosa, la esperada, alta, con fuerza y energía; la que prende con ganas la madera, chisporrotea y hace saltar alegres las ascuas, como en un baile en el que cantan ¡¡Lo hemos conseguido!!
Todo el fin de semana «apetecía» chimenea, calor de hogar, y en un entorno totalmente diferente del que me recuerda el fuego por tradición familiar (montaña, nieve, frío seco…) aquí, en mi reducto al lado del mar, he conseguido reunir en mi casa lo que ha sido un reto en la reforma: mar y montaña juntos; azul y madera, olor a salitre y a resina.
Ha sido bonito
Percíbía el olor de familia, ese ambiente de tiempos felices, inocentes y despreocupados.
Veía a mi padre arrugando los periódicos (¡qué tiempos en que había tantísimos papel alrededor para quemar, lo que me está costando a mi ahora ir «recopilando» papeles varios!), azuzando las ascuas, soplando la base de los troncos para hacer crecer esa columna multicolor de rojos, amarillos naranjas y negros… Le encantaba «poner la chimenea» y se le daba francamente bien. Y es que esos vivacs en la montaña en los que dependía su calor de poder encender el fuego, definitivamente son una gran enseñanza.
Veía a mi madre, en su mecedora, –esa que se malvendió y jamás pude recuperar-, enfrente, mirando hipnotizada el fuego, con el libro en su regazo.
El perro alrededor, cualquiera de los que fueron parte de nuestra familia… Odín, Tupi, Golfo, Kiva, Rita, Lasca, Koke…
Yo jugando, leyendo, enredando o discutiendo con Ana, totalmente ajenas a esos momentos tan especiales y entrañables que aprendemos a valorar cuando pasan los años, pasa la vida y sólo quedan en el recuerdo.
Y sonreía contenta, con esa sonrisa, algo tonta quizá, que sale de dentro, pero sienta muy bien,
Chimenea, 0
Hellen 1
PD1 Nada, no hay vendcedores ni perdedores. Victoria conjunta, desde ya, unidas y compenetradas. Todo lo que cuesta de inicio, crea fuertes raíces.
PD 2 Gracias Julia. Aquí está lo prometido