Corrientes de vida
Corrientes
Es título, y pregunta.
Venga, así, rápido, no pienses mucho.
¿Qué te sugiere la palabra «corrientes»?
- Personas «normales», lo normal (o cosas, o situaciones)
- Tendencias, formas de ver o hacer algo
- Sacudidas eléctricas
- Movimientos de la superficie del mar
- ¡Emociones fuertes!
Si te has ido al punto uno, posiblemente eres «de secano»
Si al segundo, le das al coco.
Si al tercero, alguna vez has metido los dedos en un enchufe
Si al cuarto, navegas
Si al quinto, buceas.
Pero hay algo de esta palabra que no tiene que ver con ninguno de ellos, y con todos. Estaba hace no mucho rato a 36 m en una inmersión precisamente «luchando» con una corriente submarina, y me ha venido a la mente toda esta reflexión que te voy a contar.
No es de buceo ni de mar, es de vida y no veas lo que ilustra.
Vamos allá
Hay un dicho muy típico pero absolutamente descriptivo en el mundo del buceo que dice NO CURRENT, NO LIFE.
O en su versión más disfrutona: NO CURRENT, NO FUN.
No es que seamos especialmente masocas los buzos (vale, quizá un poco), esto es porque cuando hay corriente HAY VIDA: hay animales, muchos, en movimiento, que aparecen como de la nada; a más fuerte la corriente, más animación. Y es lo que buscamos cuando nos tiramos al fondo del mar, vidilla y bichitos para ver.
Y ahí, agarrada con fuerza para que no se me llevara al quinto pino, mientras enfrente tenía un banco enorme y precioso de tiburones (siiiii, son maravillosos, no dan miedo, no hacen nada, palabrita de Hellen!!!) me ha venido la inspiración.
Joder con las analogías, diréis, pero es que esta es muy, MUY buena.
La corriente es VIDA.
¡¡Nuestra vida!!
O mejor dicho, sería más bien lo que nos hace estar vivos y seguir viviendo.
He entendido que la corriente es cualquier situación de esas fuertes que nos ocurren, de esas que nos dejan algo «pallá»
Cuando hay corriente, algo nos mueve, nos sacude, nos menea, nos hace padecer… y cuando hay meneo, PASAN COSAS.
La vida tranquila, donde nada ocurre y todo es plano, no es «tan vida».
Sí, que hay calma, vale; pero «no».
Y cuando llega una de esas «corrientes», ay amigo, es que, de entrada, no puedes hacer nada.
Olvídate de luchar contra ella, porque lo más seguro es que la vayas a cagar, te agotarás, te lastimará y no lograrás nada. Nos suele pillar desprevenidos, con cara de lelos y de primeras sin mucha capacidad de respuesta.
Así que, como en todo, para, piensa, valora y actúa.
Si es tan fuerte que no puedes contra ella, lo primero que hay que hacer es agarrarse fuerte, «los machos» que dice el refrán. Y ahí bien firme observar lo que viene con ella.
Porque siempre, siempre, trae regalito.
Si te ofuscas, te agobias, te cierras en el miedo, los temores, el rechazo a ella, no ves nada y te quedas el mal rato.
No, hombre (y mujer), abre los ojos, el alma, la conciencia y mira a ver qué es lo que te trae. Aguanta el tirón, sujétate fuerte y ten narices para mirar más allá de tu propio susto o temores.
Y así ya sí; cuando no se puede más o toca seguir porque no da más de sí estar ahí, suelta.
Suéltate con confianza, deja que te lleve, que te dirija, relaja todo lo tenso que has estado antes.
Y sigue observando.
Siempre.
Cuando nos toca bregar, nos da una descarga molesta o dolorosa, cuando aparece algo con que no contábamos, más fuerte de lo que esperábamos o donde nos lleva donde no sabemos, es cuando realmente sacamos algo de provecho y avanzamos.
Joder con la puta corriente («situaciones que nos pasan», llamémosle así), pensamos a menudo.
No se acaba nunca, es demasiado fuerte, no puedo con ella, me estoy desfondando, me dan ganas de llorar, voy a abandonar, ¿por qué a mi?, me piro, voy a dar más fuerte a ver que hay al otro lado, imposible, ostia qué calambrazo, no me lo merezco, me dejo llevar…
Al final, -porque todo tiene un final-, todo pasa, y antes o después, ya no hay corriente, ha vuelto al calma… ¿YA? ¡Ya!
Y sacas conclusiones, aprendizajes, has cambiado de lugar (físico, mental o emocional), ves que has podido con ello… y te sientes bien.
Si. Me ha encantado verlo así.
La vida está plagada de corrientes.
Piénsalo, ¿cuántas has atravesado en la tuya? Quizá ahora mismo estés en medio de una bien fuerte. O justo recuperándote de ella. O estás en el momento de «volar».
Piensa en ello. Piensa en tí.
El mar, si no tuviera corrientes, sería agua muerta. Agua estancada, sin movimiento, ya sabes. KK.
A nosotros nos pasa lo mismo; si nada nos sacudiera, seríamos entes planos, inertes.
Las necesitamos aunque nos jodan vivos en muchas ocasiones y juremos en arameo contra ellas. Nos despiertan capacidades que ni sabíamos que teníamos. Nos ayudan a descubrir fortalezas y debilidades. Nos muestran que nada es inamovible y que somos algo mínimo.
Nos zarandean, sí. Nos enfrentan a situaciones límite, también. Nos hacen ir en contra porque sabemos y creemos que encontraremos algo por lo que ha merecido la lucha. Y así es.
También son un ejercicio de humildad. Porque muchas veces no podemos ir contra ellas, hay que reconocer que no hay lucha ni pataleo posible. Que solo hay que dejarse llevar. Y, cuando nos dejamos, relajándonos, sin resistencia, entonces nos sorprende lo agradable que es y hasta podemos disfrutar … porque sin esfuerzo nuestro, nos van llevando, como en volandas, a otro lugar, a otra situación. Sobrevolamos rápidamente todo lo que queda fuera de nosotros, porque el movimiento es rápido ya, apenas da tiempo a verlo y es porque realmente «no toca» quedarse, no es necesario, pasemos de largo.
Cuando se detiene, cuando para, cuando nos ha metido en un recoveco de calma, o donde alguien nos recoge, es cuando podemos valorar en global todo lo enriquecedor de esa «travesía» a la que nos ha conducido esta corriente .
Y asi estaremos mejor preparados para la siguiente.
Y cada una que superamos y vencemos, nos hace afrontar la próxima (porque siempre hay una próxima) con muchos más recursos.
¡¡Benditas corrientes, que nos hacen estar vivos!!
PD
Y de postre, encuentro que todas las interpretaciones de «corriente», tienen un fondo común
- a todos nos pasa, nadie se libra, algo normal y corriente
- una tendencia que seguimos o nos lleva en algún momento de la vida
- ese calambrazo que nos ha churruscado hasta los pelillos de la nariz por meternos donde no debíamos
- una masa que no se ve, pero que nos arrastra por la superficie, toca moverse, sí o sí
- cuando vamos al fondo, a lo profundo, las corrientes nos dan las razones por las que hemos llegado ahí