Underwater SPA: tratamientos exclusivos para clientes con escamas

El acicalamiento de los peces es algo muy curioso.

Como cualquier otra especie, necesitan limpiarse. No es tanto un tema de «suciedad» como nosotros, que somos bastante guarretes, si no principalmente para librarse de otro tipo de bichitos, parásitos o sustancias que no les benefician y por sí mismos no se las pueden quitar.

Así que se utilizan unos a otros. Como los monos, los felinos y tantas otras especies. Trabajo en equipo para beneficio individual, una muy buena fórmula de convivencia.

Fascinante reino animal.

Os cuento cómo sucede debajo de la superficie, a los no buceadores os va a llamar la atención, y a los buceadores nos va a despertar alguna sonrisa.

EL SPA SUBMARINO

Llega un pez, de cualquier tamaño, de algún lugar con cierta velocidad, a derecho a un sitio, y ¡zas!, como si llevara el freno de mano bien a punto, va y se para. Sí, sí, no caracterizo, es que es tal cual.. ¡algunos casi  derrapan al frenar! 🤣

Total, que ahí se queda, quieto él (o ella, no seamos tiquis miquis); da igual si hay corriente o no, de ahí no se mueve.

Y entonces ves como de alguna otra parte (posiblemente estaban, pero no nos habíamos fijado) aparecen otros, generalmente más pequeños aunque en ocasiones no se llevan mucho, y empieza el servicio contratado.

El pez pequeño, empieza a pasearse por toda la superficie del grande haciendo su trabajo.

Como no se puede ver muy al detalle (son muy pudorosos, y si te acercas demasiado, se piran) no sé realmente si muerden, aspiran, soplan o pasan una escoba… pero algo hacen, no hay lugar a duda. De cuando en cuando deben meter la cuchilla si el enemigo está muy incrustado, porque ves como el otro se sacude, pero aguanta estoicamente.

Exfoliación total. De cola a la cabeza, sin descanso, limpia, brilla y da esplendor, como decía el anuncio…

Especial interés ocupa la zona de las agallas.

Este punto es gracioso, porque el grande las abre como si fuera un enorme fuelle, y el pequeñajo mete la cabeza y termina desapareciendo del todo dentro. Y ahí está, dale que te pego hasta que termina y vuelve a salir por otra de las branquias hasta completar el recorrido. Si recordáis las clases de biología, esta parte anatómica está formada por numerosas «telillas» o rejillas, el número varía según la especie, así que el trabajo será mayor o menor según lo intrincado del individuo.

Otro de los momentos culmen es cuando se pasa a la higiene dental.

En ese momento, el cliente del centro de estética submarino, abre la boca, -¡¡y qué boca tienen algunos!!- y los afanosos trabajadores del mar, se meten en sus fauces.

Supongo que por delicadeza y evitar sustos, nunca la cierran, y así siguen con su trabajito de dejar los interiores limpios como una patena.

Esto mola mucho verlo, porque muchos peces tienen boca protusible, esto significa que tu ves unos labios normales, pero de pronto flipas cuando la abren y de dentro sale como una trompeta de medio metro extra de bicho (vale, ahí si he exagerado, pero en serio, ¡una pasada de largo!)

Así una y otra vez.

Hasta que ya vale, y de repente, ¡zas! movimiento súbito de aleta y se vuelve por donde ha venido (o por otro sitio, tampoco seamos tan exactos) para desaparecer de nuestra vista en un pis pas.

¡Y todo esto sin propina y sin pasar por caja!  Mira tú qué ventajas tiene eso de ser habitante del fondo del mar.

Puede haber uno, o puede haber varios de estos pequeños limpiadores.

Generalmente son tipo lábridos, unos pececitos alargados rayados, azules oscuros, plateados o amarillentos.

Pero oye, algunos no son tan pequeños. A estos menesteres se dedican también algunos mariposa, unos peces muy cucos, coloridos, de forma triangular y que pueden llegar al tamaño de una mano (sí, claro, depende de quien sea la mano, pero vamos, ya nos entendemos).

Y no siempre son peces.

Algunas gambas y cangrejitos se llaman precisamente «limpiadoras» por su misión en los mares de dejar guapos a sus compañeros. Estos son graciosos también, porque suelen trabajar en equipo, y, como cuando metes el coche al lavadero con los cepillos rodantes a toda pastilla, pues ellos igual, moviéndose rápido con sus patitas, antenitas y filamentos, que seguro que da mucho gustirrinín.

 

¿Y quien se limpia de estas formas?

Pues todos; todos los habitantes del fondo del mar tienen sus momentos de «higiene y limpieza», y como digo, me encanta pasar tiempo contemplando este espectáculo.

Resulta muy curioso…

  • A veces hay fila, y en cuanto termina uno, aparece otro a toda velocidad. Debe ser que en el mundo del pez también existen los colones.
  • Otras, ves a los trabajadores ociosos dando vueltas algo nerviositos por su zona, como comerciales captando nuevos usuarios.
  • En algunas ocasiones, si te acercas con calma y están escasos de faena, hasta se acercan a los humanos, a ver qué tal vamos de «porquería», pero pocas veces les gustamos.

Y digo pocas, porque ciertamente, algunos se esmeran hasta con nosotros.
Realmente hay que tener muchas ganas, cierta confianza y habilidad, pero en ciertas estaciones de limpieza, si te quedas quieto, te quitas el regulador y abres la boca, se te meten y empiezan a mordisquearte por dentro. Es muy suavecito, como un cosquilleo, y algo hará (o no).

Yo lo he probado un par de veces, por eso de «sentirme pez», pero la verdad, no es algo que me guste especialmente…
Primero porque no creo que nada de lo que habite mi boca sea buena para ellos, y segundo porque me da un poco de cosa que les guste demasiado. A ver si no tiene ganas de salir cuando yo necesite respirar y ponerme el regulador, y la idea de dejarme un pez o gambita viva en la boca, con cuidado de no tragarla, a la vez que aspiro el aire que me suelta el regulador, no es algo que me entusiasme demasiado.

Pero se hace, se hace…

Y lo que sin duda nos mola más a los locos del buceo, es el momento limpieza de los grandes pelágicos: Tiburones y mantas.

Ver a las mantas limpiarse es todo un espectaculo por la magestuosidad de esta belleza de animales. En esos momentos pasan absolutamente de los humanos patosos con trajes oscuros y soltando burbujas, les importamos un comino, y se pasean una y otra vez por encima de nuestras cabezas, dando vueltas, giros y loops durante un buen rato, dejándonos con la boca abierta maravillados de su grandiosidad.

Pero los tiburones… ¡ay los tiburones!

Eso ya es un top, y a mi me da mucho que pensar.
Los ves ahí, quietos, generalmente verticales, tan tranquilos, con la bocaza abierta, enseñando brillo dental, y los limpiadores, que para estos animales te puedes figurar que son peces más grandecitos, entrando y saliendo de su boca con total tranquilidad, hasta terminar su jornada laboral.

Y eso no me digáis que no tiene su punto.
Porque los tiburones comen peces (de hecho, todos los peces se alimentan de otros peces, ¿o de dónde te crees que sale el dicho de «el pez grande se come al chico«?), y por toda la literatura tenebrosa que hay alrededor de esta especie (tan, tan injusta, de esto hablaré algún otro día), el pensamiento facilón sería: este es el momento ideal para ponerse las botas sin gastar un ápice de su valiosa energía.

Pero no.

Es tiempo de paz, de relax, de obligaciones para unos y otros, de convivencia.

No hay necesidad, no hay depredador
No hay hambre, no hay ataque
No hay supervivencia amenazada, no hay víctimas

 

De nuevo, algo que nos enseña el maravilloso mundo animal a nuestra desvirtuada especie humana.

Disfruto viendo estos comportamientos y a la vez es una lección más de las que aplicar en superficie.

PD. Cuando publico esto no tengo ninguna foto ni video a mano para aportar. Ya he comentado que suelen ser recatados en sus momentos de limpieza y si te acercas mucho se van, y tampoco me gusta molestarles en estos momentos tan biológicamente necesarios, pero voy a ver si estos días en Maldivas puedo grabar alguna de estas sesiones y la compartiré.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Puedes utilizar estas etiquetas HTMl y artributos.

Todo el contenido de esta página es propiedad y opiniones personales de © Hellen Faus. Los contenidos externos están indicados o vinculados a sus sitios web o sus autores. Si ves algo que no debería estar, equivocado o incorrecto, no dudes en hacérmelo saber.

Verified by ExactMetrics