48. A 4 años del accidente

Tal día como hoy, hace 4 años, con unas mallas polares azules con dibujos grises y mi abrigo largo granate con capucha de pelo (falso, por supuesto), una mañana bastante bastante fría, volviendo de Pilates con mi mochila azul a la espalda, tras dejar un paquete en Correos y colgar al teléfono con un amigo al que le acabábamos de grabar un video sorpresa del que él aún no tenía ni idea, me di un lechazo importante con la moto.

👉 El inciso entre el «hace 4 años» y «la leche» es para que nos demos cuenta cómo se nos quedan grabados y se recuerdan con total exactitud detalles insignificantes justo antes que pasen cosas gordas (o traumas, sí, de esos que nadie se libra de llevar unos cuantos a cuestas). Eso es lo que se llama un ENGRAMA, palabra y concepto que me gusta utilizar bastante. 👈

Fue casi en parado y por un gili… que no sólo me hizo caer con sus maniobras extrañas, si no que encima se largó sin más miramiento, dejándome tirada en la calzada.


Una caída que no hubiera sido más que el raspón al chasis, si no llega a ser la «mala suerte» de la rueda delantera desequilibrándose al chocar una de esas tortugas (baches de goma infernalmente altos y desproporcionados) que separan un carril bici de la vía de coches, lo que me hizo caer muy mal sin poder recuperar la posición de la moto.

Con tan «mala suerte» que el manillar se metió por un resquicio dentro del casco (no digáis que no tiene su aquel) y estuve a menos de de un centímetro de perder el ojo. Ni os cuento el terror de sentir como me cosían el tajo en el borde del ojo.

Y para ahondar en la «mala suerte», a dos días de Navidad, una fecha que ya de por sí no me gusta nada y en un año todavía especialmente complicado, como para pasarlo en la cama, dolorida por dentro y por fuera, acogida en casa de unos amigos.

Aun conservo un bulto bajo la ceja. Y ese guiño permanente de mi ojo derecho, no es tal, si no el párpado más caído a consecuencia de un descerebrado sin escrúpulos.

De las costillas que me rompí ya ni me acuerdo.

Pero a pesar de todo tuve una suerte tremenda.

Porque toda la mala suerte fue un cúmulo de «menos mal que…» y «gracias a esto…» que me trajeron una cantidad de enseñanzas bien gordas. Tan gordas, como el Gordo de Navidad.

Porque fue precisamente el día del famoso sorteo de la Lotería de Navidad.
Aunque sentí que el gordo que me había caído tenía muy mala baba, el tiempo me demostró que soy una gran afortunada.

Así que hoy, que tampoco me ha tocado nada, porque nada juego, vuelvo a dar gracias porque la mejor lotería es vivir la vida que vivo, compartirla con la gente que quiero y disfrutar de los lugares que enriquecen mi retina y experiencias que me llenan el alma.

🫵 Espero y deseo con todas mis ganas, que tú sientas lo mismo y que no pongas en el sorteo de un bombo lleno de bolas y niños cantarines un valor que no le corresponde. Disfruta, agradece y valora la lotería de tu vida, y cántalo bien fuerte, como si cada minuto te tocara el gordo, porque todo lo que eres, tienes y compartes es lo que de verdad te hace enormemente rico.

PD1
Este mail es un poco un «viaje al futuro» 😂 escrito y programado el día antes, porque a la hora de enviar mail estaré de cena en una nueva isla de Maldivas que voy a descubrir. Así que como las dos únicas participaciones compartidas que tiene alguien con mi firma toquen, tendré que rehacer el último párrafo.

PD2

¿Cuántas veces has dicho ya «me ha tocado la salud»? ¡¡Pues a creérselo de verdad!!

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