No hay vidas perfectas
Ayer hablaba con un francés con quien hemos coincidido estos días en Guraidhoo
Nos había explicado un par de días antes a qué se dedica y la libertad que tiene, económica y vital. Ha vivido en España y habla perfecto español y era una motivación practicarlo con nosotros, así que se explayó a gusto, y era interesante escucharle.
Ahora estaba aquí porque hacía tiempo que no buceaba y le apetecía retomarlo, le salió esta opción y muy de última hora apareció en Maldivas, donde coincidimos en las inmersiones con el centro de buceo.
Es curioso cómo pueden discurrir los encuentros, y donde te llevan…
Anoche, en la terraza del hotel, no se bien cómo llegamos a esta conversación, pero se puso un poco profundo el tema.
Me decía que no se puede quejar, que tiene una vida perfecta, que todo es estupendo, que hace lo que quiere, tiene dinero, trabaja en lo que le gusta, una gran empresa sin jefes donde decide qué donde y cómo trabajar, viaja mucho, disfruta, custodia compartida de sus hijos que puede compaginar bien y se disfrutan mutuamente, su vida en París le encanta,…
Es perfecto, de verdad, me aseguraba, pertenezco al 1% de la población que lo tiene todo, no puedo quejarme de nada.
Le dije que era un afortunado y qué maravilla que no le falte nada en la vida.
Pero pensaba para mi que no me lo creo del todo, que nadie lo tiene todo.
Apoco que estés un poco despierto, es imposible, siendo humano, sentirse al 100%.
Por supuesto que podemos (y debemos) estar estupendamente con lo que somos y tenemos, desde luego. Pero afirmar que no nos falta nada, que hay “perfección”, por ahí no paso. Eso me resultaría algo plano y bastante ficticio. No lo veo viable.
No acompañaban sus palabras a su expresión, además; no sé, pero había algo que no me terminaba de «encajar» en su discurso.
Pero oye, si él se ve así, estupendo, quien soy yo para cuestionarlo, ¿no?
Entonces me preguntó a mi, y le conté un poco de mi vida.
De mis viajes, de lo que hago, de viajarsolo.com, los destinos de buceo (aqui nos ha visto en grupo a varios)…
Y ahí ya, la cosa cambió. La expresión de su cara dio un giro.
– Y yo podría viajar con vosotros, ¿aunque sea francés o no viva en España?
-Claro, ¿por qué no?
-¡Qué bien, pues lo haré…! Porque eso me falta, eso lo echo de menos. No tengo muchas relaciones personales. He pasado tantos años de mi vida luchando y labrando lo que tengo, que si lo pienso, las personas se han ido quedando atrás, los colegas de universidad, amigos… al viajar tanto es difícil mantener contacto. En mi trabajo tampoco tengo compañeros… En fin, que ya ves, como ahora, viajo solo y hablo con unos y otros, pero todo es efímero…
Ahí estaba.
La vida perfecta, que no es tan perfecta.
Me hizo gracia su evolución en la conversación, aunque por supuesto no le dije nada, no había tanta confianza. No le había visto fisicamente con esa expresión de vida plena, aunque lo dijera. Una actitud tranquila pero más resignada, o quizá acostumbrada, sí, pero no irradiaba esa felicidad de la que parecía alardear por su «vida perfecta».
Y ahí estaba su carencia, su talón de aquiles.
Pude percibir claramente cómo se le iluminaba la miraba al explicarle cómo viajamos con gente que nos vamos encontrando en distintos momentos, que no es siempre el mismo grupo, pero si vas compartiendo, coincidiendo.
Que mi empresa es una opción precisamente para esto, para compartir, conocer, coincidir, disfrutar, cada uno a lo suyo y en su mundo, pero que sí se crean conexiones, vínculos que se mantienen y se pueden repetir.
Esa es la magia de ViajarSolo y de Buceoyviajes.
Y según se lo explicaba y él se interesaba y cambiaba hasta su actitud postural hacia mi, yo me daba cuenta que es bonito lo que he creado, que es realmente algo bueno para la sociedad, para las personas, para las relaciones.
Y de repente, más que sentir que podía haber captado un nuevo cliente, me reconfortó pensar que, aún siendo un negocio, un trabajo, una empresa, este sueño mío que convertí en mi medio de vida, tiene un fondo y una misión de la que sentirme orgullosa.
Y lo hago.
😊