Curiosidades de una invitación a cenar

Hoy es mi último día en esta isla de la que he ido hablando, local, sin turismo, sorprendente: Nolhivaranfaru, en el atolón de Thiladhunmathi (¿a alguien no se le ha ocurrido que pueden poner nombres menos complicados???)

El personal de la guest house donde estoy (yo solita, no hay nadie más, menuda suerte para mí), es encantador y se han desvivido para que estuviera a gusto… ¡Prueba conseguida!

Pero lo de hoy ha sido ya lo más…

Y suma una nueva batería de curiosidades de esas cosas que pasan cuando viajas «de verdad» y te mezclas con la gente «tal cual».


Ilyas me dijo que me invitaría un día a cenar a su casa. Pues que bien, oye.

El hombre (o chaval, la verdad, no sabría calcular la edad… igual me vale 20 que 40 🤣) me ha estado llevando de aquí allá en la isla, bien por agua en la barquita, o por tierra en su ciclomotor. Entre vuelta y vuelta, charlando de mil cosas, como podemos, porque habla inglés, pero de esas formas, me contó que está casado y tiene dos hijos de 8 y 12 años, así que me pareció súper guay el poder entrar en una casa maldiva y ver mucho más de verdad, como viven, algo que iba a ser totalmente nuevo para mi en este país.

Hoy fue el día. A las 19 h te pasa a recoger, me dijeron. Genial.

Ya he comentado que Maldivas es un país MUY musulmán, y las mujeres van todas súper tapadas (¿demasiado?). El otro día paseando por el pueblo, me llevé una sorpresa, no demasiado agradable, al ver a un grupo de críos vestidos elegantes y varias mujeres haciéndoles fotos -con cámara de verdad, sería para alguna ceremonia o a saber-, y las niñas, MUY NIÑAS, ya con la saya negra y la cabeza tapada.

No comento, que podría parecer irrespetuosa, y sencillamente es que no entiendo.

El caso es que por total respeto, como es lógico, para ir a casa de un maldivo, con su familia, su mujer, sus hijos, y nunca sabes si alguna abuela, tío o a saber, no podía llegar en short y tirantes.
Por suerte había echado en la bolsa para estos 4 días un poquito de «por si acaso de todo», y me ha salvado: un pantalón tobillero y una camisola de playa de manga larga me han permitido no enseñar nada que no procede.
No era la combinación más ideal, pero en este punto, el estilo da igual, hay que ir tapada, qué menos.

Así que en punto, me subo a la motito y vamos hacia el pueblo por los caminos de arena.

El primer día pasé miedo cuando me vino a buscar en ella, porque con todo el suelo de arena y baches miles, pensaba, ya verás la torta, qué gracia me va a hacer… pero no, todo ha ido bien. Son muy habilidosos, todos (y todas, hasta tapadas) van en motillos de aquí allá y  conducir una moto de ruedas finas por arena de playa ya os digo yo que es fórmula ideal de hostia terrible…

Hellen endereza, que te desvías

Le pido parar en algún sitio para comprar algo para su familia, que no traigo nada. Yo que sé, algún juguete para los críos se me ocurría, porque aquí lo la botella de vino, como que no se tercia 😉 (básicamente porque que no hay alcohol de ningún tipo en ninguna parte).

Nada, es viernes, están las tiendas cerradas.

Bueno, pues iremos con las manos vacías, qué vamos a hacer.

1. LOS COMENSALES

Llegamos a mesa puesta.
Un montón de platos llenos de variedad de comida, como para una boda… Y qué buena pinta.

Me esperaba una «recepción a la guiri»: los niños tímidos hasta que me los metiera en el bote, la mujer discreta a la que tratar de llevarme a mi terreno, algún abuelo con quien entablar una conversación interesante…

Naaaaaa
Hellen baja, que no eres tan importante!! 🤣

Una mesa. 4 sillas, mucha comida.

SÓLO 2 PLATOS para 2 comensales: Ilyas y yo.

¡¡Ops!!

2. LA ESPOSA

Enseguida aparece la que supongo que será la mujer (lo era, lo era…). De negro de pies a cabeza, con la túnica y el yihab, la cara destapada, eso si. Menos mal, si aparece con el visillo en los ojos ahí la incomodez me pesaría demasiado.

Sonriente y amable, pero ni acercarse a mi.
De saludar, dar un abrazo o esas cosas que hacemos nosotros cuando nos invitan a una casa, o nos presentan a la mujer de alguien, ni hablamos.
Bueno, de hecho es que ni la presentó, deduje que era su mujer, y se lo pregunté tal cual, no fuera a meter la pata, porque lo cierto es que la ví muy mayor para él, más hubiera pensado que era su madre o suegra.

Ahí se queda de pie, mirando, mientras parece que debemos empezar a comer.  No se bien que decir ni hacer.

Le pregunto si no va sentarse; No entiendo que me responde.
Le pregunto lo mismo a Ilyas, ya sin ella delante, y creo entender «se va a duchar» 🤷‍♀️ Seguro que no dijo eso. ¡A saber!

A ver, esto no es algo que me parezca raro; en la cultura musulmana es bastante normal y de hecho no es la primera vez que lo vivo. Pero aún así, pues me choca, no voy a decir lo contrario.

Menuda currada se ha pegado la mujer para desaparecer de la vista haciendo bomba de humo en 3,2,1.

 

3. LOS (NO) HIJOS

Pregunto por los hijos. Uno con su abuela, la niña en su habitación. ¿Durmiendo ya?, pregunto. «No», responde, y un gesto sin más.

Pues nada, tampoco voy a conocer a los hijos, yo que me imaginaba hacer migas con ellos, preguntarles del cole, de sus cosas, juguetear un rato y hacernos amigos.

Menos mal que no estaba previsto y no he venido como Papá Noel 🎅😁

4. LAS COSTUMBRES

El y yo delante de la mesa.
Espero instrucciones, como me han educado desde niña.
Pero nada, él se ha sentado y empezado a servir de todo en su plato; se ha cortado una pita (le ha llamado con otro nombre) en mil trocitos y remojado por encima con un cazo de una cosa que tenía una pinta de picar que te mueres (ni lo he probado) y de otras cosas; me dice que le gusta mezclar esto con lo otro y tal y cual…

Y yo esperando, por si me sirve, me indica qué ponerme, qué no…
Pero él, ya iba comiendo y a buen ritmo. No hablaba mucho, respondía si yo decía algo, porque estaba un poco de eso que no sabes qué es lo correcto o no y no hay cuaderno de pistas.

Nosotros si tenemos invitados, tenemos la costumbre de servir, o decir a la gente que se sirva, preguntar qué le parece, si le apetece, poner un poco de todo (ahí quizá nos colemos) … aquí nada.

El a su aire, como si yo no estuviera… y al final, claro, yo al mío, casi mejor, porque si me empiezan a llenar el plato con cosas que tenían pinta de picar que te mueres, hubiera pasado un mal rato seguro. Por comerlo o por decir que no me atrevía a comerlo…

Al al ver que esto iba así y que él ya llevaba medio plato y yo sin estrenar, ya me envalentono y doy comienzo a la cata de una comida maldiva de las de casa de verdad.

Un lujazo.

Y en viernes, su «domingo». Me pregunto si será una cena normal, de fiesta, de invitados o nada de lo anterior.

 

5. LA COMIDA

A mis preguntas, me ha explicado más o menos algunos platos y lo que era cada cosa. Unos trozos de pescado en una aguilla, arroces, varios tipos de «sopas o caldos» que he sido incapaz de enterarme qué eran, unas alitas de pollo bien claras, atún, y más cosas.

¿Spicy?, le pregunto (que si pica, vamos…)
«No, no, no spicy», me sonríe…  Ummmmm  (ya, ya sé lo que estáis pensando, picantones 😉)

Ay, amigos, bien pensado, yo tampoco… No me fío un pelo del «no spicy» porque esto está muy pegado a la India, ellos tienen la lengua a prueba de fuego…  yo no… y me da un miedooooooo

¡¡¡Qué rico el Mas Huni!!! Me encanta este plato, podría comerlo a todas horas. Es el desayuno típico Maldivo, una mezcla de atún, coco, lima o limón, cebolla, y lo que cada uno le pone como toque personal. El que he comido estos días aquí ha sido el más rico que había tomado nunca, hasta esta noche, que he probado otra versión, con alguna hierba verde que no sé qué es, y que estaba delicioso. Un poquito «divertido» pero nada excesivo, perfecto para mí que no aguanto mucho. Un poco más ya habría sido demasiado.

6. EL MOMENTO OPPPPSSS

He ido probando más cosas, así a mi aire. Está claro que las formas son distintas, así que genial, sin presión, obligaciones ni compromisos, que lo agradezco mucho, porque soy de comer poco y por la noche, nada. Así que algo es bastante para mí, y especialmente he de elegir no acabar con la boca como el dragón de Damaris en JOT.

Pero claro… aunque pique poco… algo pica.

Y cuando la comida pica, ¿qué pasa?

Pues eso, que sale la moquera, parece que la nariz es el punto de escape de los efluvios.
Y, oh cielos… no llevaba ni un mísero kleeneex.
Y la moquita se iba deslizando por la comisura de los agujerillos de mi nariz, y… ¡Ay, ay, ay, a ver como paro esto…!! Porque lo de sorber o con la mano, pues como que no me parece muy propio.

👉 Ah, claro, que no os he dicho, que no había servilletas, ni nada que se le pareciera. 

Cuando ya llega ese momento que ves que el moquillo es imposible parar, le pido una servilleta «o algo»…

Mira alrededor, levantando unos perolos enormes que había en el suelo y no encuentra.
Entra a la cocina… Pues tampoco.
Se va al salón, por lo que tarda debe mirar hasta levantando los cojines de los sofás… Nada.
Le oigo irse por donde ya no veo y abrir una puerta tras otra. Vuelve con cara compungida «no hay».
No pasa nada, le digo, con un trocito de papel de wc aunque sea me sirve, es para la nariz, le indico…
Vuelve a marcharse. Supongo que al baño, y veo el final de mi apuro.

Vuelve.
Sin resultado.
Que nada, que no hay ni un mísero papel de nada, «se ha olvidado comprar» (su mujer), me dice.

La cara que pude haber puesto sería hasta cómica, pero hay que disimular.
Que sí, que aquí tienen manguerita (supongo). Pero… Me surgen muchas preguntas.

Sigo sintiendo como se va deslizando. Pensando soluciones. No quiero pringar la manga de mi camisola azul, que me encanta.
Estoy por salir fuera y coger una hoja de las del jardín, que hay un montón de plantas y árboles, pero me parece un poco excesivo.

A todo esto, él tan tranquilo terminando de comer.

Sorbo un poquito, así disimulado, sin ruido… ¡¡Venga p’a dentro, chiquillos, no hay permiso de salida!! 🤧👃

Sigue comiendo, y yo igual…
Se vuelve a levantar; se ve que ha pensado algo, o me ha notado los esfuerzos de contención… viene con algo que no se exactamente si era un trapo de cocina o una bayeta, pero por ahí andaba la cosa verde brillante…

No sabía si reírme o llorar…
¡No hombre, que es para sonarme la nariz, ¿cómo voy a usar esto?… 😱
Me dice que da igual, pero evidentemente, sigo haciendo esfuerzos de aspiración nasal antigravitatorios…

Al cabo de un ratito, veo que él ya está con el postre (sandía), y le sigo los pasos.
Sin más preludios me dice «¿nos vamos?» Pues vale, cena terminada.

7. EL FINAL

Antes de salir me pregunta si quiero ver la casa, claro; le sigo, el salón ya lo he visto, y en el pasillo hay 4 puertas, todas cerradas… abre la de los hijos, y la cría está ahí tumbada, de espaldas, no se la ve, con el yihab puesto (el pañuelo de la cabeza), no está dormida, decimos algo los dos, ella levanta la mano con un gesto de los dedos que no entiendo…

Todo el resto cerrado. Intenta abrir una, pero está con llave o cerradura.

Y me dice «A mi mujer no le gusta hablar ni la gente»

😳

Me ha quedado claro.

La verdad que es falta de comprensión. Mía, porque no entiendo muchas cosas. Me surgen mil preguntas, de las que no obtendré respuesta. Si tenéis alguna, abierta a escuchar (ambas, preguntas or respuestas)

Buenas noches y hasta mañana. Una cena extraña, sabrosa y muy enriquecedora.
Siempre hay mucho parar aprender, respetar y recordar (no olvidar un kleenex al bolsillo)

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Puedes utilizar estas etiquetas HTMl y artributos.

Todo el contenido de esta página es propiedad y opiniones personales de © Hellen Faus. Los contenidos externos están indicados o vinculados a sus sitios web o sus autores. Si ves algo que no debería estar, equivocado o incorrecto, no dudes en hacérmelo saber.

Verified by ExactMetrics