Archivo18 de noviembre de 2025

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15. Una mujer de bandera (No, yo no)

15. Una mujer de bandera (No, yo no)

Tengo un nuevo elemento decorativo en mi salón.

No es un «pongo» (terminología Cris: esas cosas que compras o te regalan y que dices «¿y ahora dónde lo pongo?»), si no algo que tiene valor, significado y desde luego estética (hablando de mi gusto, por descontado).

Es una bola del mundo 🌍 Un objeto que me fascina desde que soy bien chica (¿le extraña a alguien?), estilo antiguo, aunque moderna, y en pedestal. Nada espectacular. O si. No es una obra de arte, ni una antigüedad, ni siquiera un artículo que valga un dineral o que no se pueda encontrar con facilidad.

Sin embargo, tiene TANTO VALOR Y TANTO SENTIDO

Os lo cuento, que seguro que os traslada a sitios comunes…

Ayer estuve en Barcelona con mi buena amiga Cris; visita rápida antes de volver para casa tras día de reuniones, pero necesaria y esperada. Tenía muchas ganas de darle un abrazo de esos que nos damos las personas que nos queremos.

Hace un par de meses estando aún yo en Maldivas, su madre, la gran, ENORME, María Luisa Guiral dijo que se bajaba de la vida a los casi 100 años maravillosamente vividos. No os podéis imaginar la vida que ha llevado, cómo la ha logrado exprimir hasta el último momento, con una vitalidad y desparpajo alucinantes. Estoy convencida que hubieran hecho un tandem increíblemente divertido con mi padre, el Señor Faus.

Hablo de una mujer absolutamente increíble, humana y profesionalmente que levantó un imperio de la nada, dueña de la mayor gestoría de Barcelona y posiblemente toda España (70 empleados, más o menos), la famosa Gestoría Guiral en el ámbito empresarial.

Una mujeraza que si la hubierais conocido, fliparías, como cualquiera que tuvo el placer de hacerlo. Carácter, alegría, fuerza, potencia, ganas de vivir, sentir, reír. Amor, mucho amor. A raudales. Generosidad, desprendimiento, humor, unos tremendos COJONES, aunque femenina y coqueta hasta los últimos detalles…

De esas personas que cuando sabes la historia te quitas el sombrero, la peluca y hasta la camiseta, porque todo se queda corto. Se puso por montera el mundo de la empresa y de la vida, que entonces era «de hombres» (y sigue siéndolo, pero mucho menos), sin «macho» al lado.

De esa gente de admirar con la boca grande, y respetar y querer con el corazón en la mano.
Me encantaba ver su sonrisa tan explosiva, ya fuera en persona (pocas veces, pero suficientes para sentir lo especial que era), en videollamada cuando estábamos con Cristina en uno de esos mares del mundo, o por fotos.

Yo la quería mucho, y por lo visto ella también me tenía un cariño especial. Precisamente por el impacto que estas personas producen, escribí un post en Facebook sobre ella y nuestro encuentro la noche que fui a dormir a su casa en enero de este mismo año. No sabía que sería la última vez que sentiría su abrazo tan tierno, pero me encantó pasar el ratito con ella y me quedo con esa ternura.

Todo esto que explico es para el contexto.

1️⃣ Primero, la de no dejar de admirar esas personas de las que tanto tenemos que aprender.

2️⃣ Y segundo por el comienzo del escrito.

La bola del mundo.

Porque al entrar en lo que fue su casa, ahora ya triste y vacía sin ella, con el caos y desorden (emocional) que suponen estos momentos de desprendimiento obligado, recuerdo y dolor, sintiendo su ausencia pero a la vez su presencia poderosa, vi una bola del mundo y, claro, me fui directa a darle vueltas y decir… «me encantan».

Y sus hijas y sobrinos me la han regalado. Felices de que algo de La Guiral vaya con Hellen, y yo encantada por lo mismo.

Así que anoche, al llegar a casa, fue directa del coche a donde sabía que sería su lugar, en el rincón de la emoción:

Pegada a la mesa y librería de mi abuelo que contiene todos los libros escritos por mi padre y tío Taquín, los especiales de mi madre y míos de Veterinaria y algunos otros muy seleccionados; junto a la chimenea, calor de hogar, que sostiene el «marinero» de mi madre tan suyo; debajo de unas acuarelas de Cuzco, recuperadas de la forma más impensable (algo de lo que quizá escribiré algún día) provinientes de una de las expediciones a los Andes de mi padre. Delante del sillón retapizado donde se sentaba mi madre horas y horas a leer. Y frente a todo esto, la vista al mar, a ese Mediterráneo tan amado por Maria Luisa Guiral, donde cada mañana, temprano, muy muy temprano, tenía la costumbre diaria de ir a nadar durante décadas de su vida, fuera verano, primavera o el más frío invierno.

Porque La Guiral era así. Un pedazo de MUJER, con mayúsculas, con ese aplomo y personalidad tan, tan fuertes que nunca desaparecen, y se las ingenian para permanecer siempre como una impronta en quien tuvo la suerte de llegar a conocerla.

No se si allá, en ese mundo en el que está ahora se habrá encontrado con mis padres, tíos, abuelos.. pero seguro, seguro que algo hay en común y que formamos parte de esa «familia de almas» y por eso estoy feliz de tener ese «mundo» ahora conmigo.

Gracias Cris y Gisela por el regalazo, porque de verdad… no podía haber encontrado mejor sitio donde estar.

Salón con bola del mundo

 

PD 1

👉 Ilustro con una imagen creada por IA a partir de la foto original de donde está, con los toques propios e inventados de ChatGPT, mezclados con los reales, que le da un punto. Es por motivos obvios de privacidad, que me he vuelto un poco recelosa de lo que muestro

PD 2
👉 Quien venga a mi casa, podrá verla en vivo y en directo, junto con estas joyas y tesoros, -escasos, muy escasos, pero por eso tan enormemente valiosos-, de mi origen. Y nos tomaremos un buen vino 🍷 a la salud de todos los que no están pero permanecen, brindando como se merece para celebrar la vida, la nuestra, la suya y la que nos queda por descubrir.

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