61 m. Narcosis.

Este es un relato en primera persona de mi primera experiencia de narcosis en una inmersión muy profunda.
Para los no iniciados en el buceo, cuando sobrepasas cierta profundidad buceando (se dice a partir de unos 30 metros, aunque depende de cada uno), se puede producir este estado de confusión de la mente provocada por la toxicidad del nitrógeno en sangre, que puede ser peligroso si no se gestiona bien. Yo ya había bajado algo más de 40 metros pero nunca había experimentado la famosa «narcosis». A unos les da por la felicidad absoluta, a otros por la tristeza, a otros por la vitalidad, algunos ven sirenas, cangrejos hablando o fantasmas marinos, a otros por… De ahi que se le llame también la «borrachera de las profundidades». Hay tantas formas de narcosis como de personas y nunca es igual, ya que puede variar según  el momento, estado o situación de la persona o el tipo de agua, la temperatura…

captura-de-pantalla-2016-11-18-a-las-19-26-27

59,4

El miércoles, cuando quedamos con Rex y Simón en San José, me dijeron que este sábado bucearíamos… ¡Como siempre, claro!

– Pero… será una profunda. MUY profunda.

– ¿Cuánto?

– 60.

– ¿60? ¡Ni de coña!

Yo no he pasado de 40 y las profundidades, la verdad como que no me llaman demasiado. Vamos, que el miedo y respeto que me dan es mucho mayor que la atracción que siento por bajar, así que… siempre por encima de los 40 y tan feliz.

Pese a todo, hablamos un rato de la inmersión, de qué es lo que haríamos, como y sobre todo por qué, por la importancia de, en una inmersión programada y controlada, saber cómo responde tu cuerpo a la profundidad, en un entorno controlado y con todos atentos. Durante el resto de la semana hemos hablado mucho del tema, tanto por teléfono como delante de unas cuantas cervezas.

La verdad es que me da miedo, estoy acojonada. Por una parte siento que quiero hacerlo, para ver cómo me da a mí la narcosis. Por la otra me asusta un montón… La decisión que tomo es que iré, y allí mismo decidiré, según esté y me sienta, si continúo bajando o me quedo a treintaipico y subo.

Quedamos que iríamos los 4 como una piña, que nadie se iba a desmarcar, que Rex estaría totalmente atento a todos, que si alguno, cualquiera, decía de no seguir, alguien, quien fuera, subiría con el/ella y sin problema.

Eso tranquiliza, el planning de la inmersión, amén de, por supuesto la confianza de la gente con la que vas. En este caso y personalmente Rex me inspira la mayor de las confianzas, y una inmersión así ni siquiera me la plantearía con cualquier otra persona.

 

Con estas premisas, nervios semanales e incluso soñando con las profundidades que nos esperaban, llegó el sábado a las 15’30 h. y allí nos encontramos todos.

– ¿Cómo estás?, pregunta Rex.

– Acojonada – le digo con una sonrisa.

– Bien, bien… eso es bueno.

– ¿Si? ¡Vale!

 

Preparamos equipo. Por primera vez desde hace no se cuantísimo tiempo, pido una botella de 15. Si algo quiero que no me preocupe allí abajo, es el consumo, y sé, porque lo sé, que cuando me entre el susto, voy a chupar de lo lindo, así que… ¡¡que no falte aire para la señorita!!

Llevo regulador nuevo. Mi querido Ruby aún anda en el servicio técnico de Mares, esperando que Ramón vuelva de vacaciones, por lo que El MR12 que llevo de secundario, fue el que tuve que llevar en Brothers, y encima me perdía un poquito de aire en todas las inmersiones; y de remate, en la última estuvo directamente en flujo continuo. Todo esto, y además que me salía alguna burbujita por el manómetro con el riesgo de que pete el latiguillo y quedarme a 0 en cuestión de segundos hace que no sea ni planteable usarlo, también tendrá que pasar al servicio técnico.

Así que cuando estuve en Zaragoza metí en la maleta el Amaranto que tenía del material de Sopras y que Andrés me dijo que era fabuloso… y es el que iba a estrenar.

 

¡¡¡Uff!! Estrenar profundidad, estrenar narcosis y encima estrenar regulador … Mucho para una sola inmersión ¿no?

Pero bueno, la verdad es que fue de miedo el Amaranto este… suave, da aire como si nada, aún llevándolo al mínimo, no pesa nada, chiquitito… me ha gustado el bichito, si señor.

 

Equipos al agua, todos a la zodiac (gran zodiac la de Active Dive, por cierto, aunque viejecita y con parches, pero buena barca y estupendo motor!).

El punto es interesante. Se pasa entre dos rocas, un pasadizo precioso, al final hay una cala, y la inmersión es justo detrás de la roca que hace de islote. Está protegido y no se mueve nada el agua allí, aunque por fuera había olitas majas.

Nos equipamos en el agua. Todo correcto. Ok, Ok, Ok, Ok. Abajo.

Bajamos rápido. Se nota el cambio de temperatura ¡¡y yo con el 5mm, brrr!! Menos mal que me puse la camiseta de licra, los guantes y la capucha, voy en desventaja respecto a los demás, todos con su semi… ¡¡capullos!! El mío está monísimo colgadito detrás de la puerta de mi casa de Zaragoza J

12, 18, 20… la visibilidad no es para echar cohetes, la verdad.

Noto que voy superlastrada. Con eso del cambio de botella, el regulador que no es el mío que pesa tanto, las dudas por esta inmersión y tal y cual creo que he metido demasiados kg en las bolsitas integradas… ¿Cuánto llevo? 2 en una, 2 en otra, y en la espalda del jacket otros 2? Ah, no, 1 porque son mis dos pastillas de medio. Ufff, de todas formas, voy muy lastrada, llevo el jacket hinchado y no controlo bien, debería quitarme algún kilo, vaya rollo.

25, 32, 35…. Seguimos para abajo, vamos a buen ritmo. Rex va delante, como habíamos quedado. El plan es que pararía a 40, 45, 50 y nos preguntaría cada vez si está todo OK, dos veces. Si damos el ok las dos, seguimos bajando. Si alguno dice que no, no hay problema, para arriba.

Todo bien hasta el momento, continuamos la marcha.

Me echo las manos a los bolsillos del lastre… creo que voy a sacarme uno y tirar un kilo o dos porque me noto ir como una bala, voy fatal de incómoda. Es verdad, si las últimas inmersiones aquí, con el 5 mm estaba bajando con 2 k solo ¿a qué me meto 4 más??? ¿Qué hago? ¿suelto algun kilo, o aguanto? Es una judiada… nada, a meter aire al jacket, qué remedio…

 

Miro el ordenador.

38 m.

 

Vale, le doy la vuelta y lo pongo en la parte de debajo de la muñeca, para no verlo más. Creo que es muy sabio el consejo de Rex de no mirar la profundidad en esta primera inmersión, por eso de no agobiarse al ver como aumentan los números. No pienso mirarlo.

 

Rex va delante, para mi gusto demasiado lejos.

Marta algo más abajo, como siempre.

Simón es el que tengo más cerca, a mi derecha.

Alargo la mano, y le toco la botella. Necesito saber que está realmente cerca, aunque me encuentro perfectamente.

Me acerco más a él, le agarro de la parte de arriba del jacket, pero no se da cuenta, está muy concentrado en lo suyo. Me pongo totalmente a su nivel, le hago “toc toc” en el hombro, me mira, OK? OK los dos… le pongo la mano delante, abierta, en señal de “dame la mano”, no pasa nada, pero nos agarramos ¿vale?

¡Vale!

Nos sonreimos, y seguimos así, cogidos, como una parejita de enamorados, que no lo es ni mucho menos. Pero a mi me gusta y me tranquiliza mucho el contacto humano debajo del agua.

No sabía a qué profundidad era eso, pero ya arriba me dijo que él si lo miró y en ese momento estábamos a 40 m.

 

Vale.

Continuamos.

Sigo pensando que Rex está demasiado lejos para lo que me gustaría, pero no deja de mirarnos.

Entonces empiezo a sentir algo.

La cabeza. Como que me mareo, un poquito… le hago una seña a Simón… Pero no se enteró, pensó que le decía que tenía agua en la máscara (esto me lo dijo arriba, claro!).

No, yo me estaba mareando un poco. La puñetera narcosis, digo yo.

Paramos. Rex está frente a nosotros, en su posición tan característica, pidiéndonos el OK. Todos le dan el OK, hasta yo, pero sé que no estoy bien del todo.

Tengo miedo. Estoy asustada. Le veo demasiado lejos.

Y le digo que venga, por favor.

En esas fracciones de segundo, que la mente va a velocidad supersónica, pensé, “no va a venir, creerá que no hace falta, o igual no me ve hacerle la señal de ven, ven…”.

Entonces veo que hace el gesto que le hace avanzar hasta donde estoy yo, pegadita a Simón. Viene y me mira. Me da paz y mucha confianza. Me pregunta si estoy OK, le digo que si, pero que la cabeza me da vueltas. Me hace la seña que no me preocupe, que es normal.

Me da la mano (¡Gracias, corazón!) y seguimos. Yo estoy totalmente segura a su lado. Ya le había dicho ayer, que esperaba que no le importara, pero que seguro que le cogería la mano, ya me conozco y para mi no hay nada como sentir eso. Me dijo ¡¡claro, hombre” con ese acento británico tan gracioso y peculiar suyo.

Según avanzamos noto que la cabeza cada vez va mas deprisa, da vueltas y vueltas… Esto ya es un mareo considerable. Le aprieto la mano y le hago la señal. NO estoy bien, Rex, la cabeza me da mogollón de vueltas. Me calma, me dice que todo bien.

Ya no se donde estamos.

No se si hay arena debajo o siete sirenas.

Lo que si se es que los cangrejos no me están hablando, así que no estoy con la narcosis loca.

Me asusto.

Estoy MUY mareada, la cabeza se me va, parece que no tengo fuerzas para aspirar el aire por el regulador, aunque compruebo aliviada con cada inhalación que me proporciona el chorrito de vida sin mayor esfuerzo. Tengo una especie de reseco tremendo en la garganta. No quiero seguir tragando aire, me molesta en la garganta. Pero si lo dejo de hacer, no respiro, y si no respiro ahí abajo… mal, ¿verdad?

No veo a nadie, solo a Rex, que está delante de mi, agarrándome las dos manos ya, tratando de relajarme.

Estoy nerviosa, tengo mucho miedo, estaré a cuarenta y pico metros y la cabeza parece un molinillo de café acelerada de revoluciones.

¿Me voy a morir?

¿Me voy a quedar aquí abajo?

¿Merece la pena, de verdad?

Ahora no, ahora no, por favor… he pasado muchos sustos en la vida, pero justo ahora, no. He encontrado el amor de mi vida, en cuanto vuelva vamos a compartir casa, vida, todo… hemos dado un paso tremendo, estoy enamorada como nunca, no dejo de ver sus ojos, está conmigo ahí abajo… Saby, corazón… ahora que ya has decidido, que hemos llegado a este punto ¿te voy a dejar? ¡¡No, por favor, AHORA NO, JODERRRR!!!

Estoy realmente mal. Se me va, se me va la cabeza. Me pasan mil cosas por delante, ¡¡quiero subir!! Por favor, Rex, ¡¡¡quiero subir…!!!! Tengo mucho miedo, no quiero morirme, vámonos de aquí, la cabeza se me va a desatornillar del cuerpo de las vueltas que me da, noto que me vibra todo por dentro, es una sensación extraña… y a la vez conocida.

 

No es la primera vez. Sé qué es lo que pasa cuando estoy así. Aún no hace un año que noté esto mismo. Fue cuando tuve el accidente con el coche de mamá, cuando me embistió a toda ostia ese 206 que casi me deja como un sello de correos delante de la puerta de la urbanización de papá y mamá. Estaba allí, sentada, retorcida, con el coche hecho un higo a mi alrededor… notaba sangre por la cara, y gente alrededor hablándome, diciéndome cosas… Había un señor en la ventanilla (o el agujero sin cristales, mejor dicho) preguntándome de todo, haciéndome hablar y responderle a todo. “Háblame, Hellen, no te calles..” “Me estoy mareando” “¡¡No!! ¡No hagas caso!! Sigue hablando, no te duermas, no te dejes vencer, cuéntame qué haces, ha…..”. La cabeza me dio un tropel de vueltas más y noté que no podía ya vencerlo… Y me desmayé. Ya no escuché nada mas hasta pasado un rato. Puede que fueran segundos. O minutos, ni idea.

 

Es esta misma sensación. Hellen, estás tremendamente mareada. Pero no estás en un coche. Estas debajo del agua. No puedes desmayarte ahora, Hellen, ¡¡¡por favor!!! Pero es que no puedo… parece que me pesa la cabeza, que se quiere caer de un lado a otro. Por suerte el regulador está bien firme entre los labios, ese no se cae, aunque no se si puedo seguir haciendo el esfuerzo de respirar a través de él. Estoy agotada, no puedo más, no tengo fuerzas…

Miro a Rex, está delante de mí, tan cerca, sujetándome con firmeza, lo noto…

Me mira fijamente, veo sus ojos azules clarísimos a través de sus super máscara big eyes. Hago un amago de mirar arriba, me lo corta, me dice que ni lo sueñe, que no mire arriba, que le mire a él, a los ojos. Qué ojos más bonitos tiene el cabrón, azules, azulísimos, los que me vuelven loca. Puede que me toque despedirme ahora de la vida, pero tengo un pensamiento que me anima un poco… al menos lo último que voy a ver son unos preciosos ojos azules, ¡¡no está tan mal, qué carajo!!

Es cierto… igual es que me voy a quedar aquí, ahora… qué ridículo, morir así, en estos momentos, sin tener ninguna necesidad, solo por bajar y ver como me sienta la profundidad. Pues de puta pena, ya lo ves… el puto nitrógeno está haciendo un batido con mis sesos, y parece que se lo quiere beber todo bien licuadito.

Morir. Debajo del agua. No quiero… da miedo pensarlo, pero ahí está.

Saby, estás tan presente, te quiero, te quiero, te quiero… No quiero perderte de esta manera tan tonta… Estoy acojonada, quiero salir, quiero estar arriba, quiero respirar por la nariz, sentir el viento en la cara… No quiero morirme aquí abajo, me queda mucho por hacer todavía, pero la cabeza no me responde!!

Parece mentira, porque todo es tremendamente rápido y corto, no sé el tiempo que hemos estado abajo, sé que ha sido muy poco, pero se hacía eterno, y la cantidad de pensamientos y sentimientos que fluctuaban por ahí iban todavía más rápidas que las vueltas en la cabeza…

 

Vamos a ver, Hellen, serenidad… si estoy mal y voy a morirme, por más que lo intente no voy a evitarlo, así que disfrutemos de estos momentos lo más relajadamente posible. Será breve y si me olvido de los condicionantes de este medio, esta sensación de mareo no está del todo mal ¿no? Pues vale… Si es mi momento, pues se asume ¡¡y listo!! Una puta mierda, pero ¿Qué le vamos a hacer?

 

Esta dichosa cabeza… gira y gira. Y con ella los ojos, parece que no tienen músculos que les sujeten, como si quisieran irse de excursión. Siento que se me van, que los párpados se me cierran, que estoy a un tris de perder el conocimiento. ¡¡Y no puedo permitirlo, no aquí abajo, joder!!

 

Rex sigue con su mirada fija en la mía, me dice que le mire…

¡¡Dios!! No, ¡él no!…Esos ojos azules… creo que tienen miedo… no puede ser, Rex no puede estar asustado. Pero los tengo tan cerca… veo que ya no están firmes y seguros como antes. Me miran cagados… Es como si pudiera, a través de esta corta distancia que nos une, entrar en su pensamiento. Le veo haciendo un flashback de su vida, como hace en su libro. Le veo viéndose en medio del Rojo, a la deriva, temiendo por su vida y las de los demás, sintiéndose responsable y por algo de lo que no es culpable. Y le veo mirándome fijamente, como esos ojos parecen decir “Joder, joder, joder… no, otra vez no, no quiero sentirme mal, Hellen, no puedes hacerme esto, no, joder, nooooo”.

Me asusto de ver esa expresión en sus ojos. ¿Será que estoy mal de verdad? Estamos subiendo, supongo, pero no lo noto, por más que doy aletas (¿las estaré dando de verdad?)

Esos momentos, curiosamente parecen despertarme un poco. No me gustaría que nadie se sintiese mal por mi causa, y menos Rex, que está haciendo todo lo humanamente posible para que yo esté bien. No se lo merece, así que Hellen, déjate de ostias y espabila, hay que subir, ya lo sabes, y se pasará esta puñetera narcosis, y el mareo, y volveré a la superficie y nos reiremos de todo.

 

Hago un esfuerzo sobrehumano para no dejar que los párpados venzan y se cierren, por unas milésimas de segundo casi no veo a Rex, es como una rayita, así deben ver los chinos, pienso… Pero no quiero. No quiero perder el conocimiento, no puedo desmayarme aquí y dejar a Rex con este marrón, eso si que no…

Esa mirada me ha tocado por dentro.

Venga hellen, no pasa nada, sube y se irá pasando.

Sigo las instrucciones de Rex, mantener su mirada, fijos mis ojos en los suyos, algo nada difícil con lo bonitos que son y lo que resaltan ahí abajo. Pienso en Saby… no puedo quedarme aquí, tengo que decirte cuánto te quiero, y cómo debe ser de cierto cuando en esta situación extrema no pienso en otra cosa…

Parece que poco a poco va pasando, ya no es tan fuerte, noto que subimos.

Decían frente a la cerveza que todos los ordenadores pitaban como locos, pero yo no escuché nada. Eso sí, miré un segundo abajo y entonces sí me di cuenta que estábamos subiendo, mis aletas ya no pegaban con la arena, ya se veía mucho mas abajo ¡¡biennnn!! ¡¡Estamos subiendo!!

 

Me voy calmando poco a poco, respiro mejor, veo que Rex también relaja un poquito su mirada mientras me pregunta ok y le digo que si…

 

De repente llega un punto en que ya estoy bien, perfectamente. ¡Es increíble! Ha desaparecido todo el mareo, ya no me siento mal… No se a qué metros estamos, todavía no quiero mirarlo… Subimos ya como buceadores normales, Rex no me suelta la mano, pero ya no vamos en vertical, frente a frente, sino en horizontal… Se empieza a ver vida en las rocas.

Bueno, posiblemente estaba antes, pero yo no veía nada, claro.

Paramos un poco, para ver como van Marta y Simón (bueno, Rex no les habrá quitado ojo, pero hasta entonces yo no tenía ni idea por donde andaban), en eso que miro alrededor y veo ¡¡un nudibranquio!! Genial, chiquitito, que bonito. Se lo señalo a Rex, me parece intuir una sonrisa y suspiro de alivio como pensando “bueno… si se fija en un nudi y me lo enseña es que ya no está tan mal”, y le saca algunas fotos…

 

Estoy tranquila, sin embargo, siento como ganas de llorar. No lo hago, pero no me hubiera costado nada. No de desasosiego, ni por sentirme mal, no, que va… no se, quizá todo lo contrario, o liberación, o después del susto, o… ¿Quién sabe?

 

Miro el aire. Con todo, no he consumido tanto, tengo 130 bares todavía. Ya, es de 15, claro… pero aún así me sorprende gratamente.

 

Ya me siento normal, seguimos la inmersión, subiendo poco a poco. Pienso en mi casa en Zaragoza, mi piso de Tenor Fleta va a ser realmente “nuestro” dentro de nada porque no me quedo en el fondo del mar. Todo va bien, qué contenta estoy ahora.

Miro el ordenador, me marca parada, claro, evidente, vaya susto se habrá llevado el pobre, con su límite nunca sobrepasado de 40.1 m… Vamos disfrutando ya de agujeritos y demás. Ya hemos pasado los 20 m, 18…

Le echo otro vistazo a la pantallita…

Y me quedo de piedra….

No puede ser….

¡Es imposible!

Marca la profundidad máxima alcanzada…. Casi se me salen los ojos de las órbitas…. 59’4 m!!!!

¡¡Madre mía!! Si pensé que el yuyo me había dado en los cuarenta y pico, que no habría llegado a los 50 ni de coña… Y han sido 60 (el profundímetro del manómetro, que cuelga más abajo, me marca 61 m).

Doy un grito debajo del agua. No sabría exactamente decir de qué, pero grité. Luego llamé a Rex, que iba delante (¡como si me fuera a oír, jejej!), hasta que le alcancé y se lo enseñé… sonríe. ¡vaya!! Uff Hellen… que salto has dado… de 40 a 60. Demasiado.

Después de un ratito me pide Rex el consumo, me quedan 120 Bares… me hace un gesto totalmente teatral de enfadado, porque el debe estar con 70, jejeje… bromeamos un rato, le paso mi octopus, pero no lo quiere, jejejeje.

 

Mientras hacemos la parada, veo un poquito más abajo que Marta y Simón se dan un abrazo enorme. Me encanta verlo. Miro a Rex, arriba, a contraluz. También yo le voy a dar un abrazo impresionante, porque realmente me ha salvado la vida… no sabe lo que le voy a querer a partir de ahora. Supongo que todos lo haríamos (¿o no?), pero llena encontrar alguien que se porta tan bien en momentos difíciles, incluso críticos, aunque sea solo a nivel mental y fruto de la borrachera del nitrógeno, pero que no por ello se viven como menos reales.

 

Narcosis.

Ya sé que hace en mi, y desde luego no pienso provocarla más. Ya se cual es mi punto, en cuanto note un leve signo de mareo, la menda empieza a subir, de dondequiera que esté. Era necesario conocerlo, pero he pasado un momento jodido. Lo bueno de esto es que en cuanto pasa, desaparece totalmente y no quedan ni vestigios, no queda la impronta del mal rollo, ni del susto, ni nada. Sí, sabes que lo has tenido, pero ya no está, a diferencia con otras experiencias fuertes, que duran y se mantienen en el tiempo.

 

Allí abajo, en situaciones como esta, se aprende mucho.

De repente te das cuenta de lo que verdaderamente tiene valor en tu vida, porque es lo que se te planta delante. No he dudado nunca de lo que siento por Saby, pero es cierto que en esos momentos ha estado tan presente que hasta puede que haya sentido la narcosis y los mareos conmigo. No he pensado en otras cosas, ni siquiera en viajarsolo.com!! En unos segundos de una tremenda soledad, aunque tengas unos ojos que no se despegan de los tuyos, descubres algo así como el sentido de la propia vida, o al menos el sentido actual de mi vida.

Es bonito.

Si… no es que quiera repetirlo, pero reconozco que ahora, ya en seco y tranquila, aunque tremendamente cansada, lo veo como una experiencia fuerte e importante, tanto de buceo como vital. Supongo que tenía que pasarlo, porque es importante como buceadora saber hasta donde puedo llegar y cómo.

 

¡Qué dos semanas más fuertes de buceo! Brothers y esto en un lapso de tiempo bien corto… Y el amigo Rex en medio, ¡¡le voy a dar caña yo a este inglés, jejejeje!!

 

En fin, ya está hecho y toca dormir, que parece que me han dado una paliza!

 

Gracias Rex!! Suena pobre decirlo para todo lo que quiero significar con esta palabra. Por todo. Por el antes, por el durante y por el después. Pero sobre todo el durante, si tus ojos delante, no se que hubiera sido de mi ahí abajo.

Gracias a Marta y a Simón. ¡¡Qué bueno es sentirse equipo!!

 

Y muy especiales, gracias a mi amor… que estaba conmigo, que ha sentido que algo pasaba aunque no dije antes ni Pamplona de lo que iba a ser esta inmersión. Y es que bajo una enorme pared de agua salada de 60 m he sabido que estar en superficie contigo es lo más importante que tengo ahora por delante.

 

Narcosis

 

                  59.4

 

                          ¡¡Uffff!!

 

 

                          Ibiza, sábado 26de agosto de 2006

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Puedes utilizar estas etiquetas HTMl y artributos.

Todo el contenido de esta página es propiedad y opiniones personales de © Hellen Faus. Los contenidos externos están indicados o vinculados a sus sitios web o sus autores. Si ves algo que no debería estar, equivocado o incorrecto, no dudes en hacérmelo saber.